Permite examinar el esófago, el estómago y el duodeno. Se usa para diagnosticar úlceras, gastritis, esófago de Barrett, hernias de hiato, enfermedad celíaca, reflujo gastroesofágico (ERGE) y para buscar la causa de síntomas como acidez, dolor abdominal, dificultad para tragar o sangrado.
Examen del colon (intestino grueso) y el recto. Es fundamental para la detección temprana y prevención del cáncer de colon, ya que permite la extirpación de pólipos (crecimientos precancerosos) durante el mismo procedimiento. También se utiliza para investigar diarrea crónica, sangrado rectal, dolor abdominal o cambios en los hábitos intestinales.
Extirpación de pólipos del colon durante una colonoscopia.
Toma de pequeñas muestras de tejido durante una endoscopia o colonoscopia para su análisis en el laboratorio. Esto ayuda a confirmar diagnósticos como cáncer, enfermedad celíaca, o enfermedades inflamatorias.
Procedimiento avanzado para diagnosticar y tratar problemas de las vías biliares y los conductos pancreáticos, como cálculos biliares, tumores o estrechamientos.
Ensanchamiento de un esófago estrecho, causado por cicatrices, tumores u otras afecciones.
Detención de sangrados gastrointestinales (por úlceras, várices esofágicas, etc.) mediante el uso de herramientas especiales que se pasan a través del endoscopio.
Acidez estomacal crónica, regurgitación y otros síntomas causados por el reflujo del ácido del estómago hacia el esófago.
Incluyen la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, que son afecciones crónicas que causan inflamación del tracto digestivo.
Trastorno funcional del intestino que causa dolor abdominal, hinchazón, diarrea o estreñimiento.
Llagas en el revestimiento del estómago o el duodeno, a menudo causadas por la bacteria Helicobacter pylori (H. pylori) o el uso de antiinflamatorios.
Incluyen cirrosis, hepatitis (viral o de otro tipo), hígado graso y otras afecciones hepáticas.
Como la pancreatitis y los cálculos biliares.
Detección, diagnóstico y seguimiento de cánceres de esófago, estómago, colon, recto, hígado y páncreas.
Dificultad o dolor al tragar.
Hemorroides, fisuras y fístulas.
Dolor abdominal crónico, diarrea persistente, estreñimiento, hinchazón, náuseas y vómitos.